Del tiempo aprendí a no perderlo, a compartirlo con quien lo valora, a ser paciente y esperar, a no contarlo y siempre recordarlo. Aprendí a disfrutarlo, que puede ordenar y desordenar, que se puede parar en un beso, una caricia y un abrazo, que es capaz de aliviarte heridas, a no soltarle la mano.
La experiencia me enseñó lo que soy, que el daño lo hacen los malos, que reír está al alcance de todos, que vivimos de equivocaciones que nos construyen palmo a palmo, y que también somos aciertos. Las buenas siempre serán las mejores, únicas e irrepetibles. Y que hay tantas como te permita el tiempo y la vida.
Y de la vida… aún sigo aprendiendo, sobre todo, a querer vivirla.
RJ
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