No son sólo letras, ni son sólo sonidos, las palabras tienen un significado, un valor y un fin. Sabemos que ‘empujar’ abre puertas, aunque no todas las que quisiéramos, que ‘volver’ no siempre es bueno, que ‘abre fácil’, muchas veces, cuesta trabajo y que detrás de ‘the end’ vienen los créditos de la película.
Pero nadie me contó que podía llorar, sonreír o suspirar cuando él me escribe ‘besos’, cuando ella me dice ‘te quiero’, cuando mi madre me llama ‘mi vida’ o recibo un ‘quiero verte pronto’. Es como si, de repente, todo parara, se me cortara la respiración y el pellizco que siento en el pecho o en el estómago (o puede que sea un escalofrío) reanudara la vida. Nunca sé si pasan segundos u horas, pero sí sé cuando, quien lo dice, no lo ha dudado.
Las hay que dan bofetadas y otras que no necesitan ser pronunciadas. Las palabras se sienten, duelen y curan a partes iguales y mienten, a veces, también mienten, pero esas nunca serán las mías.
No siempre digo lo que siento pero siempre siento lo que digo.
RJ
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